viernes, 24 de febrero de 2012

Versos de una mujer sin nombre

Se descubrió sola en un rincón
empapándose con la lluvia
y remendando las heridas
abiertas en su alma y corazón

Recuerda los labios que rozó,
el olor de la piel madura,
la inocencia de la juventud
y de la carne la pasión

Con el humo de su cigarro
se esfuman historias pasadas
de tantas braguetas que bajó 
y de cómo confundió 
la cartera con el amor

Alba Expósito


martes, 21 de febrero de 2012

That´s the way it is


La vida es como una estepa desértica, tan grande, que solo mirar el horizonte hace que una sensación de vértigo se apodere de tus piernas y sea imposible mantenerse en pie.

Quizás sea esa grandeza, esa inmensidad, la que hace que te hierva la sangre y que un subidón de adrenalina se apodere de tus venas para abrir con fuerza un par de alas y desafiar al mismo destino con tu vuelo, sintiéndote libre y dueño de tu propio ser. Sin embargo, no somos más que un pequeño grano de arena en este terregal, que crece con sus andanzas y se enriquece con su caminar.

La vida no es más que una intrincada red de de caminos que recorren personas alegres, tristes, preocupadas, despistadas, decididas...y que en el momento menos pensado se terminan por cruzar. A veces, estos cruces no son más que desvíos inoportunos que te alejan de tu verdadero destino, y otras veces se forman lazos tan fuertes que siguen para siempre la misma dirección.

Pero es que la vida no sería tal sin vivir.
Y ¿que es vivir? Vivir es dejar de estar por estar, abandonar el camino recto y atreverse a cambiar el rumbo, deteniéndose en cada cuneta, tomando cada desvío y elevándose con cada bache.




Alba Expósito

Última noche de desvelo


El cantar del gallo la salvó de una noche de desvelo. Ya solo podía pensar en sus excusas y sus desplantes, y en ella que la acogió como a una hija tras la muerte de su madre. La cabeza le iba a estallar. No podía más.

Tomó una escopeta de la colección de armas del zaguán y subió corriendo al piso de arriba encontrando tras la puerta del dormitorio a Tía Eugenia y a su propio marido compartiendo cama.

El estruendo del disparo la hizo volver en sí y le vio aterrorizado entre las sábanas teñidas con la sangre de su amante. Ella que había visto por sus ojos, escuchado por sus oídos, sentido por su piel... Volvió a apretar el gatillo. 
De repente el cansancio de una noche toledana comenzó a pesar en sus párpados y por fin pudo dormir tranquila.




Alba Expósito