No esquivo las piedras.
Es la primera vez que no tengo que bajar la cabeza y, ahora que los miro a los
ojos, puedo ver que son tan cobardes como ese perro asustado que ladra en un
intento patético de imponerse ante una manada que se rebela.
Todos tienen miedo de que
se vuelen las hojas del libro bajo el que se escudan: mi tío, mi vecino, mi
primo, mi abuelo. Su hijo... esa nariz aguileña la ha heredado de su padre, que
quiso respirar cada gota del perfume que no llevaba mientras se excitaba desollando
la piel de mis muslos con sus dedos en la lucha por hacerme suya.
Ésta me ha dolido, estoy
sangrando. Aturdida por el golpe siento la caricia sedosa del cabello sobre mi
rostro y adivino que se me ha caído. Sonrío. Hoy no importa el velo.
Alba Expósito
Alba Expósito