lunes, 15 de junio de 2015

Yo soy de las que se lo traga

Nunca he podido verme la cara justo después de tragármelo pero imagino que mis labios lucirán una sonrisa espléndida. Siempre sonrío cuando estoy satisfecha. También cuando disimulo.

La primera vez lo hice de forma totalmente involuntaria. Ni siquiera recuerdo quién era la persona que me acompañaba sólo que disparó tan rápido y tan directo que no tuve tiempo para reaccionar. Mis opciones se redujeron a tragar y disfrazar mi asombro de seguridad.

El tiempo jugó a mi favor y terminé espantando los complejos que preñaban mis pensamientos cada vez que me lo tragaba. El sentimiento de culpa pronto entendió que escupirlo no era una alternativa factible: negar la evidencia resulta siempre patético.

Bastaron un par de desengaños a tu lado para (no) asumir que estaban en lo cierto; todos sus pronósticos fueron cumpliéndose mientras mi umbral del sonido quedó reducido al tono de tu voz y mi mirada solo perseguía reflejarse en la tuya. Desde entonces, la lógica de sus argumentos amordaza mis palabras, evitándome el dolor que causa pronunciar tu nombre como sujeto de los pretextos con los que intento justificarte en cada respuesta muda.

Hoy nadie me ha hablado de ti.
Hoy nadie me ha dedicado esas miradas inquisitivas que no comprenden la postura que llevo demasiado tiempo manteniendo. A veces, yo tampoco la entiendo.
Hoy he vuelto a tragármelo. El orgullo sabe aún más amargo cuando lo envuelve el silencio. Aún no lo he digerido y ya estoy esperando que vuelvas a desvelarme esta noche.

Alba Expósito




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