Escrito
sobre el papel pintado que cubre las paredes de mi habitación y enmarcado por
una particular colección de fotos y
postales. Así te encontraste por primera vez con aquel adjetivo con el que yo
pretendo definirme mientras voy encajando las piezas de un puzle que espero no
terminar nunca.
Adj. Dicho de una persona que
adopta una postura ecléctica. Que trata de reunir, intentando conciliarlos,
valores, ideas, tendencias, etc., de sistemas diversos. Aunque disfrazada de un tono de coloquio y
familiaridad, mi respuesta fue tan enrevesada y ambigua como la que ofrecen las
diferentes aserciones de cualquier
diccionario. Estoy segura de que comprendiste rápido la esencia del
eclecticismo y supiste extrapolar sus principios hasta vislumbrar cómo una
persona podía considerarse ecléctica. Sin embargo, hoy no puedo declararme
satisfecha con la respuesta que te brindé. El proceso hubiese sido más sencillo
resolviendo tus dudas con sinceridad; huyendo de límites semánticos.
Soy
ecléctica porque solo tengo fe en los entes de naturaleza efímera. Mi piel se
teje a base de jirones remendados por innumerables sensaciones, todas ellas
diferentes y auténticas, que por alguna razón dejaron su huella en mi persona y
forman parte de quién soy ahora. En ocasiones el afán por atesorar experiencias
que añadan nuevas piezas a mi puzle incompleto me impulsa a volar alto, tanto
que a veces es difícil encontrar el
momento y el lugar adecuados para iniciar el descenso. Casi siempre es
demasiado fácil perderse y terminar
sufriendo una catástrofe.
Yo
he tenido suerte. He de reconocer que me resulta especialmente sencillo dejarme
llevar sin miedo a despistarme durante el vuelo. Tengo alas. No suelen
apreciarse a simple vista porque no lucen plumas ni colores vistosos, pero se
esconden siempre tras mi espalda preparadas para desplegarse por si necesito
realizar un aterrizaje forzoso.
Las
alas forman parte de mí y sé que se abrirán cuando las necesite. No era
necesario sentir dolor para percatarme de su presencia ni anotarme con tinta en
la piel ningún recordatorio permanente. Lo sé. Sin embargo, es imprescindible
acordarse del lugar al que perteneces para poder regresar siempre, sin importar
lo lejos que vueles. A fin de cuentas, solo es posible fijar tu verdadero
destino marcando tu origen, sea cual sea la forma en que decidas hacerlo.